Robert Mazur saltaba a la fama cuando el director Brad Furman llevó a la pantalla la autobiografía de Mazur, un ex agente de la DEA gracias al cual Pablo Escobar recibió uno de sus golpes más duros en los años 80, cuando el narcotráfico vivía sus años de oro y había saltado las fronteras colombianas para asentarse en las calles de la principales ciudades de los EEUU.
La problemática era tal que la administración de Ronald Reagan se vio obligada a mover ficha para poner freno al tráfico de drogas que monopolizaba el Cartel de Medellín, por lo que la DEA (Administración para el Control de Drogas) inició la Operación C-Chase mediante la cual a finales de los años 80 infiltraron en la organización criminal al agente Robert Mazur bajo el alias encubierto «Robert Musella».
El papel desempeñado por Mazur dentro de la organización criminal de Escobar acabó tras cinco años con la mayor redada contra la droga conocida hasta ese momento, que significó el encauzamiento de 100 acusaciones, incluida la condena del ex dictador panameño Manuel Noriega, y la caída de uno de los bancos más grandes del mundo en esa época: El Banco de Crédito y Comercio Intenacional, BCCI, que tenía sede en Luxemburgo, y mediante el cual el Cartel movía su dinero internacionalmente.
Una demanda millonaria
Tras la operación, y una salida un tanto confusa de la Agencia por parte de Mazur, el ex agente de la DEA escribió “ El Infiltrado ”, un libro autobiográfico que en el año 2016 acabó convertido en una película bajo el mismo nombre.
Sin embargo la que parecía una obra literaria sin flecos rápidamente acabó duramente cuestionada, ya que el relato hacía señalamientos a personajes que realmente nunca participaron en las acciones criminales que relata en su obra Mazur, como es el caso de las atribuciones delictivas y un perfil psicopático que atribuía a un reputado consultor internacional que demandó a Robert por un total de 20 millones de dólares tanto en tribunales estadounidenses como en España, y que supuso la eliminación de las referencias al empresario en la edición en castellano del libro, e igualmente de la película, así como la firma de un acuerdo extrajudicial del que poco o nada ha trascendido, pero que no ha evitado que las demandas sigan su vía legal aún en la actualidad.
El gran error de Mazur
La demanda admitida a trámite tanto en los tribunales españoles como en Estados Unidos, sostenía la no participación del interesado en las acciones que le atribuía el ex agente de la DEA. Para ello certificaba que mientras Mazur le situaba inequívocamente en Panamá o Colombia, el ahora empresario se encontraba realizando labores diplomáticas contrastables para el gobierno colombiano en Europa.
También sorprende que si el propio Mazur era conocedor y atesoraba pruebas contra este personaje jamás fuera requerido por la justicia tras la investigación que el propio agente de la DEA encabezó, ni tan siquiera para tomarle declaración, siendo constatable que ni antes, ni durante la operación, ni después tiene antecedentes penales a pesar de las atrocidades que le atribuye Mazur en “El Infiltrado”.
¿Cuál fue el motivo de la confusión?
Con el señalamiento público de al menos un inocente cabe preguntarse de donde surgieron los errores que sostiene Mazur en su libro y que posteriormente trasladó al filme. ¿Por qué un agente de la DEA querría involucrar a un inocente en una trama tan truculenta?
La respuesta con el paso de los años se ha tornado en obvia, siendo el interés comercial -ya que el señalado era una persona con fuertes vinculaciones políticas en Colombia en los años 80- el motivo más plausible de esta “confusión” que se sustentaba en un elemento fundamental: Mazur durante sus años como infiltrado pudo mantener contacto con un miembro del Cartel que compartía nombre y un apellido con el empresario señalado, pero en el momento de escribir sus memorias, tras las detenciones, el sumario judicial y varios años de juicios, era conocedor inequívocamente que la persona a la que señalaba nada tenía que ver con sus años de infiltrado, o en todo caso lo sabría poco tiempo después cuando se produjo la primera demanda y se aportaron las pruebas, sin embargo prefirió no reconocer su error para continuar otorgándole mayor interés a la proyección de su obra literaria, a pesar de que eso supusiera el señalamiento de una persona a todas luces inocente, jugando con la lentitud del sistema judicial y torpedeando el proceso “escondiéndose” de las citaciones y demandas que se le han interpuesto.