Ir a La Palma en plena erupción es como visitar dos islas totalmente distintas unidas bajo un mismo sentimiento de tristeza por un volcán que todavía no tiene nombre.
En el Este de la isla los palmeros viven aparentemente ajenos a la erupción, pero en el fondo ellos también sienten el dolor y la agonía de esta fuerza de la naturaleza.
Mientras, en el oeste es el propio turista el que se pone forzosamente en la piel de quien sufre las consecuencias directas del volcán. Todo ello, junto a la belleza que mantiene la isla bonita, hace que acudir a La Palma en estos momentos sea una experiencia única.
La erupción en Cumbre Vieja ha llamado la atención de muchos turistas, que acuden a diario a la isla para contemplar el volcán.
Excursión hacia La Palma: toda una aventura que debes vivir
Pueden visitar la isla por libre, pero sin duda lo más recomendable es hacerlo en una excursión guiada. Una de las pocas, si no la única, y que además se realiza para recaudar fondos, es la ofrecida por la agencia Get Holiday. La experiencia relámpago dura un total de 11 horas y una parte de los beneficios van destinados a los afectados.
La jornada comienza en la isla vecina de Tenerife, ya que el ferry que lleva a los turistas a La Palma sale del puerto de Los Cristianos a las 8.30 de la mañana y tarda unas dos horas y media en llegar a nuestro destino.
Al atisbar la isla no son pocos los turistas mal informados los que se acercan a las ventanas del buque para intentar ver el volcán. Pero ninguno lo consigue, ya que el desembarco se realiza en el puerto de Santa Cruz de La Palma, al este de la isla, la cara en la que el volcán no se aprecia.
Una vez en tierra tampoco es de extrañar que algún palmero se acerque a Basso Lanzone, CEO de Get Holiday y uno de los guías, para agradecerle que cuente con su empresa para la excursión. Y es que las guaguas son evidentemente locales, también los guías que nos acompañarán en la visita y además la experiencia incluye un menú de unos 12 euros para comer en varios restaurantes de la isla.
Aunque al día suelen acudir unos 200 turistas, se les dividen en cuatro autobuses o guaguas que realizan diferentes recorridos para no coincidir ni saturar los destinos.
En nuestro caso, la primera parada es la capital, Santa Cruz de La Palma, donde disponemos de unos minutos para admirar lo más típico de la zona que son los balcones del paseo marítimo. Cada uno muy diferente y único, pero todos conservan esa arquitectura colonial que los caracteriza. Además, los turistas también pueden aprovechar para contribuir aún más con la economía palmera, comprando algunos souvenirs o incluso lotería de Navidad.
Después de la capital el recorrido nos lleva hacia el oeste, pero no sin antes disfrutar desde la guagua de unas vistas sin igual.
También como antesala del volcán llega lo que Rosi, una de las guías de la excursión, llama «el túnel del tiempo» porque «todo cambia después». Una vez allí ya se empieza a atisbar cierta aura del volcán y un cielo más gris debido a los gases y la ceniza que emanan de la erupción.
No obstante, ahora es el turno del Parque nacional de la Caldera de Taburiente, concretamente el Mirador de la Cumbrecita, desde donde se puede observar el Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla. Es uno de los lugares más emblemáticos de La Palma en el que predomina el pino canario y allí se encuentra el Observatorio del Roque de los Muchachos.
Tras unos minutos allí es el turno de descender hacia Tazacorte, donde los turistas degustarán un menú típico canario.
En esta zona es en la que se empiezan a vivir los efectos del volcán. La ceniza cubre con una fina capa las calles y en el restaurante los camareros van cepillo en mano para limpiar las mesas de la ceniza que cae.
Es tal el efecto que en los escasos minutos de espera para la comida el plato blanco se llena de pequeñas motas de ceniza apenas imperceptibles que recuerdan a los turistas por qué están en la isla.
El plato fuerte, que deja una sensación agridulce, llega al final y es el volcán de Cumbre Vieja. La guagua deja a los turistas en el mirador de Tajuya, a apenas unos metros de la zona de exclusión, donde disponen de alrededor de una hora para observar la erupción y sus efectos.
Desde allí se aprecian las coladas que han arrasado con todo a su paso, pero también los gases que provoca la lava a su llegada al mar y, cómo no, los ríos de lava y los gases que emanan de las bocas principales. Siempre desde el respeto en el que insisten los guías, los visitantes pueden recorrer el barrio en el que se encuentra el mirador de la iglesia de Tajuya, en el que todavía quedan algunos vecinos que se resisten a dejar sus casas o que no tienen otro lugar a donde acudir.
Pero sin duda lo más sobrecogedor está en la zona más silenciosa. En la parte de atrás de la iglesia, lejos de los asombros de los más habladores, se escucha al volcán y su rugir, esa fuerza imparable de la naturaleza que tanto atrae, pero que tanto mal ha provocado desde el pasado 19 de septiembre que entró en erupción.
Ya a las 17.00 horas, dejando el volcán atrás y con un mutismo nunca antes vivido en la guagua, sale el ferry desde el puerto de Santa Cruz de La Palma para llevarnos de nuevo al punto de salida, el puerto de Los Cristianos. En el trayecto de vuelta la sensación es compartida por casi todos: «Es impresionante e inolvidable, pero te deja el corazón roto».